jueves, 10 de septiembre de 2009

Desde la profundidad del sol que se duerme entre los dientes del valle
los cerros extienden sus bocas de pájaros
llenando el vacío que deja el sol al marchitarse.
Anochece, el primer ojo del cielo se cierra.
vivimos en un tempestuoso paraíso tuerto
y se nos van rompiendo los bolsillos
con predicciones abiertas dentro de un pecho cerrado.
Dejamos en costras de suspiros el recuerdo de olvidados caminos,
sin saber o no, si nos sentamos al borde de los almendros
o somos picoteados por los sueños del gorrión
observando las risas de los duraznos maduros de la costumbre.

1 comentario:

María de Magdala dijo...

Que buen texto....me gustó mucho, es delirante...


Saludos de letargo...