sábado, 24 de mayo de 2008

No se deberían olvidar las cosas

Canta una micro mientras llueve
he allí una respuesta para el silencio
si es transantiago o de esas olvidadas amarillas
o quizás un bus de esos que nunca tienen nombre
ya da lo mismo.

pienso y se me revuelve la guata; no quiero pensar,
hoy, un día como todos, no veo pájaros cantando
ni tampoco huyendo de las grisáceas nubes de lluvia
deben estar cagados de frío, porque mi cuerpo tiembla
y si mi cuerpo tiembla es de miedo o de frío
¿será acaso que tendrán miedo de que los vea?
puede que estén desnudos y hartos de que los observemos
digo, a todos nos da un poco de vergüenza
mostrar las presas a la gente, incluso a una vaca
y ellos desnudos nos reclaman su privacidad
más vergüenza debe darle a los pollos cuando los despluman
pobrecitos de seguro el Tunick estaría re contento tomándoles fotos
pero el hecho es que miro por la ventana
escucho los estrepitosos motores de una camioneta Chevrolet
al viento jugueteando con los dedos de un árbol despojado de sus hojas
los pasos en apuro de cuan desconocido va pasando
y se me enfría la cara, la cara de huevón que debo de tener
yo me reiría si viera a una persona mirando por la ventana del baño
pero aún no llego al problema de por qué miro por la ventana
y por qué los pájaros no cantan y por qué la gente pasa apurada
no sé ni por qué me toco la cabeza, ni porqué se me olvidan las cosas
de pronto piensas en algo, lo tomas, lo dejas en alguna parte, te vas a otro lugar,
recuerdas, te enfadas porque no te acuerdas que fue lo que se te olvidó pero lo buscas,
la cosa es que cuando menos lo quieres vuelve a ti y dices idiotamente “ah eso era”
a todo esto ya me acorde por qué miro por la ventana
no hay confort en el baño, ¡Mierda! , debería revisar antes de entrar
ya comienza a dar lo mismo, ¡pero escuchen!
¡eso era!

sábado, 3 de mayo de 2008

Despertamos temblando de frío...

Despertamos temblando de frío
con arena sobre nuestros ojos
una mosca revoloteaba los cabellos
una hoja atravesaba tu costado
y no era una espada en tu gélido cuerpo
eran manos cerrando tu sangrante herida

Yo bebía del barro de tu sangre en la tierra
mientras la cajita de música sonaba
el viento asediaba las hojas sobre el suelo
como quien las barre una mañana de otoño
entre toda la oscuridad resplandecían tus miradas
todo oscuro, y de pronto una lucecita parpadeante,
pienso en los españoles buscando la Ciudad de los Césares
y sonrío, digo: ¿de cuantas muertes fuiste culpable?
observando desde allí arriba, ensordecida por el silencio,
exhalando cóndores por tus labios, magma de la vida
han de ser tus inertes movimientos, asómate desde lo alto,
fíjame una señal con tu pecho, envíame una flecha en llamas,
sonríe más de lo habitual; ánfora de sinfonías.
no guardes el calor del fuego entre tus piernas
coméntame tus mil y un sacrilegios ante los Dioses
quémame con la carne de tus brazos
hiéreme a fondo por la mañana de un día viernes
y así, ver las cúpulas doradas de nuestra ofrenda
en nuestro escape de miradas ante la oscuridad.