Hay un día en al colafría sin llamas.
La llama del amor entre las selvas de mi palma
Como si el sol entero se asomara entre los ojos,
Y como si un horno de barro ardiera hasta secar el alma
Renovando la foresta a un campo oscuro donde nada puede existir,
no me ha devuelto las cenizas que las ascuas te inventaron
las tontas llamas, portadoras de fogosas navajas entre sus manos
de una virgen traición que se esfuma con los botes del viento:
una hoja que se exhibe a la ventana renueva el secreto de tu llama
así también las flores plásticas engañan los deseos de la naturaleza
los deseos celestiales que poco importan
tan celeste que las lagartijas de una pasión anaranjada devoran
un adicto al fútbol sin su hinchada,
Hay una colafría vacía sobre la mesa del día
Y las estruendos de mi atuendo se hacen cuervo sobre los árboles
Su crustácea figura me recuerda la lujuria por las noches
Y al verla no se puede negar el hecho de los huesos
El difícil hecho de vivir con algo que no se deja ver
Y los huesos nos hacen lesos de su existencia
que solo el dolor nos trae de vuelta
No se puede negar lo que los ojos nos dicen.
Hay una colafría sobre el árbol caído
Hay asombro de los rostros de los hombros que se rompen
Hay un día sobre la colafría que se enfría
El frasco de la colafría sin pedagogía cada día se aprieta más