domingo, 9 de noviembre de 2008

IV

¿Qué hidras condenan al hijo de nuestras miradas?

Sólo el roce de tu piel con la sarna de mi ego

Traeran de vuelta la oscuridad de aquel eclipse

Que me condenó a dejarte con las cadenas del olvido.


Guarda silencio la noche empieza

Tanto tiempo valió la pena

Ahora esperemos tranquilos

No falta más que un silencio

Para volver a nuestro futuro

Revolquemonos un momento

La tierra es parte de tu piel

Como las plumas del gorrion

Son las cosquillas del cielo

Y grita tus penurias

Como la comedia mas grande

Que la vida comienza sucia

Al burlarte de lo trágico

Imagina cuantas eras esperamos

Para estar aqui nuevamente

Y revolcarnos en la tierra

En la caca de los perros

Y en los bordes de las abejas

Hay quejidos de insectos

Todo ese tiempo acumulado

En las arrugas y verrugas

Pero sabes algo

Todo ese tiempo en la camara de tortura

Mientras me quitaban las uñas

Mientras me quemaban los ojos

Mientras me golpearon hasta ser lo que soy

Una humano deforme que vió a los suyos irse

Y morir con el cuerpo de sus mil padres

Y con el millón de hermanos e hijos muertos

Es el precio de lo inmortal

Un día nací y no pude perecer más

Pues mi condena fue esperarte

Mi condena fuiste tu

Al principio te vislumbraba en sueños

Como una imagen borrosa e inalcanzable

Que esperaba besar eternamente

Dormí por meses pero nunca

Si quiera pude saber tu nombre

Me decían que te llamabas afrodita

Otros Astarte, Ishtar, Venus,

Y nada pudo saciar mi boca

Entonces desperté y supe yo

Que la unica respuesta estaba en el sueño

Que te escondías en lo más oscuro

En la última rama de la sabia araucaría

En lo milenario de las ruinas del magma

Que eras a la vez una y todas las gotas de sueño

Entre la carne de tu alma se esconde mi nombre

En esa misma carne que me une a ti

Y me recosté en los pastos de cemento

Cerca de una flor que brotaba de una grieta

Para llamar a las hadas sin origen

Desterradas del cielo y el infierno

Voltié la mirada al pueblo imaginarío

abandoné los signos que me hacían hombre

fui desterrado de la perpetuidad

para encontrarme con los sabios

que nada pudieron explicarme

y más lejos en lo alto de una colmena

eras la reina de todas las fieras

y en mi pecho la daga del castigo

se hacía visible cuando te esparcias

en cada abeja que defendía a su reina

y cada aguijón en mí

erás tú que me besabas

y cada soldado agonizante en el suelo

eran tus risas por estar a mi lado

de alguna forma por fin lo estabamos

entre el veneno y la sangre

el elixir de tu boca gemía

tan bellamente arrugado

que yo sabía quien eras

fue así como se abrió la belleza

la verdadera belleza

y lloré riendo de euforia

y se reveló ante mi tú nombre

tu verdadero nombre

erás tú Onírica

y yo el condenado a tí

para encontrar mi muerte

en tus labios de cristal.