lunes, 15 de septiembre de 2008

recuerdo del sueño de una noche

yo lo vi en un sueño
tres días antes de hoy
me desaté los zapatos
me quité la polera
me quité los pantalones
y me quité mi vida
abracé su pijama
cogí la almohada
antes de dormir pensaba
asuntos de dormilones
un millón de cosas venían
un trillón de cosas se iban
un trance infinito llegaba
como aquella tormenta
de plata que endurece el alma
yo quería soñar con ella
soñar con sus manos
amamantando árboles de sal
con sus dientes sonriendo
al reflejo de los astros
con su vestido verde
degollando ampolletas
y una trensa destartalada
que era una escalera al cosmos
un portal hacia tus quietos tobillos
no pedía más
una imagen bastaba
pensaba en su rostro
en sus labios partidos
en la textura de su piel
en las cicatrices de su cuerpo
dejadas por la tierra erosionada
y cuando me adentré al yo
perdí la imagen de las luces
pude haberla tenido conmigo
rompiéndole la cara a pedazos
mordiéndole los pechos
lamiéndole gotas de su miedo
escondidas entre su vientre
quitándole la falda con mis dedos
y entrar en ella como barco en la mar
navegando entre sus muslos mediterráneos
enfrentándome con las hidras de sus ojos
ser gaviota entre la sinfonía de sus olas
para penetrar en las aguas de tu nombre
pudo ser eso y mucho más
a mi tocó lo que no se recuerda
para la pena del hoy no hay mañana
comentan las tuertas de la esquina
en sus sillas mesedoras afuera de casa
observan el triste sorteo de los sueños
me toco a mí viéndome de lejos
y viéndome de cerca
tragándome la saliva
olvidando como respirar
para abrir los ojos.

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