domingo, 11 de noviembre de 2007

Infarto a medianoche

Desperté encendido por dentro con un galope de jirafas alocadas. Con mis dedos tiritando imploraba el agua de la verdad, de las respuestas ó mejor aún el de no profesar ese dolor incrustado allí, en la placa de mi licencia varonil.
Las imágenes venían a mí como el mejor filme visto de ciencia ficción o quien sabe la respuesta. Fueron tantas cosas que venían y se iban y danzaban y mataban y balbuceaban. Estaba yo vomitando lágrimas de sudor con esa estaca que no me dejaba dormir y el aullido de los perros parecía llevarme a su refugio para dormir tranquilo bajo el pelaje de la noche. Pero estaba allí. Solo con la inmensidad de la sombra, sin luz ni el grito de mis sueños. Sin poder dormir, ni saber lo que pasaría. Era el techo mi único consejero y mis frazadas mi único consuelo. Aunque las micros me llamaban no escuchaban mis palabras de carne por su grueso metal y ruidoso motor de lata. Pero peor aún fue sentir el odio del sol sobre mi cuerpo cuando la temperatura subió hasta quemar mi tez y alejarme de mi consuelo. Estaba desnudo frente a mis dudas que se esparcían sobre la muralla y se acercaban cada vez mas sobre mis pies desiertos tocando el piso frío con mi cuerpo hirviendo y evaporando el sudor en el aire por el techo, fabricando una nube salada que se unía a las dudas y a mi desesperación y a mi deseo de dormir. Y más tarde las sabanas se quemaron junto al techo, mientras el calor comenzaba a dilatar mi cuerpo y el corazón taladraba por dentro y yo estaba solo gritando desde mi boca sellada por el calor. El temor se apoderó de mí y decidí rendirme cayendo de rodillas frente a las dudas que tocaban mi calva cabellera con sus asquerosas manos de fecas humanas. Quería vomitar, era lo único claro que existía en mi mente, el mundo se movía y el equilibrio se perdió al quebrarse una rodilla, entonces vomité. Vomité tanto que mi corazón salió corriendo por mi boca hacia la mirada perdida de las dudas provocando un centelleo de segundo luminoso que calmo mi cuerpo tensándolo y enfriándolo. Entonces nunca más dudé. Entonces nunca más pensé. Entonces nunca más sentí. Entonces nunca más pude abrir los ojos y dormí placidamente. Estaba muerto.

1 comentario:

Javiera Diaz Meza dijo...

en una palabra te quedo asombroso de verdad
me gsuto mucho
esa noche de insomnio amigo cuidece y siga escribiendo tal y como siempre

es raro pero ahora tengo la mente en blanco xD
ajaj

cuidate harto!!!