sábado, 23 de julio de 2011

Los Pasos

Mireya miraba el paradero entre borrachos que vomitaban sopaipillas recién compradas y vagabundos que recogían nuestros pordiosero lamentos en monedas de pesos. Nos reunámos a masticar ofertas a orrilas un Mall cualquiera, soñando quzás con algún día tener todas esas zapatillas de marcas relucientes en las manos, así de simple como un helado de cien pesos en las manos. No nos seducía el diario vivier, nos seducía el adquirir más, el hacerme sentir como persona entre toda la idolatría del diario vivir hiperconsumista. Aquí estaba yo, entre le pregunta de si quedarme con esta mina que recién conocía o quedarme con la deidad que derritió los placeres que conocía. El mundo giraba normal. reconocí en un local de gente que gasta dinero para beber a una amiga que solía visitar hace algunos años, pero que por esas coincidencias ya no veía más. Habíamos salido o algo así, o mejor habíamos tirado y salíamos para suplir nuestros vacíos. Ella vivía en unas calles cercanas a mi casa. Era Budista y defendía el derecho a la almentación saludable. Sabía que podía aniquilarme, entre sus ojos lúcidos de irracionalidad manchada. A mi no me importadaba ninguna de sus mierdas, tan solo, el estar cerca de su boca y cuerpo, rosar tan solo la sensación de la excitación que sienten al cuerpo al encontrar los coitos simultáneos. Pero más allá de su cuerpo. estaban sus voces y bromas que enturdecían mi cariño entre su entrepierna. mis catalogos de obscesión imperturbable. Y más allá de eso, la sensación de querer , o mejor dicho, de querer estar con alguien sólo porque si, de rozar los pelos quietos que aceleran el climax ante el pleno desarrollo de la bestia del sexo, y las voces ntrometidas de gemidos que se comen los tímpanos hasta erupcionar el placer en gritos casi desesperados que ansían la nada, porque en el gemr la ofrenda de la nada se presenta ante el orgasmo - Una camara indiscreta del destino nos rasguña las espaldas tatuadas de flores y angustias que se esfuman en la realidad. Allí está la mujer que aniquila el ser, el ser mismo que se duerme en las hojas del durazno y se acurruca en la sombra de lo que entendmos como amor cuando niños.Y aún así la dulzura sólo e sun instante cuando abrimos nuestras bocas para satisfacer a un cuerpo lleno de ira y fulgor volcánico. La amo sin saber quererla aún, y esos demonios de cólera entendible por los humanos me degolla la racionalidadad que nos brindó la tan odiada sociolgía de la interacción.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Esteban, tanto tiempo, espero estés bien.
Pd: cambie el nombre del blog, Fancy.

Un abrazo