jueves, 5 de junio de 2008

aquella combustión

A las temblantes rodillas de Heráclito
Una disputa de dos frentes habla y escurre;
Pasa en silencio con las venas ensangrentadas
Y donde el miedo una vez gozó de valor
Detengo mis pasos ante las hojas del hades
En las tierras de fragancia sin aroma, tiemblo,
Camino en alamedas llenas de humedad y hojas
Han susurrado los impulsos al oído y aún así caído
Un día pensé en enloquecer y caí en este lamento
Descendí de las alturas y derretí mis ojos en la carne
Desperté mientras el rocío invadía los pastizales
Cuanta gente injiriendo las eternas sendas de la incomprensión
Veo en ellos el ímpetu, el miedo que baña sus ojos
Y cuantas veces no han estas cadenas cerrado mis pasos
Vi la puerta de la esplendida aldea, más nunca encontré su llave
Sentado entre la tierra esperé a que el temor se fuera de mi
Una copa de vino con la muerte me enseñó a temerle a la vida
Al nacimiento tanto como al fallecimiento, malditas flores
Han reído de las humillaciones enardeciendo su belleza
Me miro las manos, tan sucias como mi cara
Esas miradas que nunca buscan nada me persiguen
Creo enloquecer una vez más, sandeces momentáneas
Y que importa masticar la carne si la mía vaga en esta puerta
Del otro lado, vendrá la lluvia que limpiará la mugre
Vendrá el fuego que eliminará mi cuerpo
Y vendrá el olvido recordándome que en algún momento
El equilibrio entre todo aquello que jamás tuvo respuesta
Borró mi estancia en aquella desconocida esfera
Con el flujo de estas ascuas que nunca terminan.

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